Cada lengua de África del sur posee una palabra diferente
para designar la palabra “cantante”, pero todas ellas emplean un término más
general “griot”.
Los “griots” eran una especie de Bardos, (parecidos a los
existentes en Europa en la época medieval) que estaban al servicio de los reyes
de las tribus para entretenerlos. Estos griots medio cantaban, medio recitaban versos largos,
libres y poéticos que contaban historias y las acompañaban con un instrumento hecho con una calabaza alargada
que había secado hasta conseguir una dureza parecida al plástico. Tenía cinco
cuerdas cortadas de un largo hilo de pescar de plástico atadas al palo de
madera que hacía las veces de mástil del instrumento. Cuatro de las cuerdas se extendían
hasta el final del palo, y la quinta estaba atada cerca del cuerpo del instrumento,
con una longitud más corta que elevaba su tono. Había un puente un puente
tallado a mano que mantenía las cuerdas separadas de la tirante membrana de
piel de cabra que cubría el corte efectuado en la calabaza, el instrumento se
llamaba “halam” en la lengua de los músicos africanos que lo llevaron al Sur de
Estados Unidos tiene un nombre diferente, Banjo. Los griots pertenecían en su
mayoría de la costa Oeste de África, principalmente de tres tribus que se
conocen hoy en día como Wolof, Ula y Mandingo, de donde prácticamente eran
todos los esclavos que se llevaron a Estados Unidos. En los muchos años que
transcurrieron desde que canciones como
las que cantaban los griots, recorrieran el largo camino hasta Estados Unidos,
la música, los instrumentos que tocaban y las propias canciones, sufrieron inevitablemente
numerosos cambios. De algunos de estos elementos aun se puede descubrir su origen,
pero otros elementos que conforman el blues moderno, se perdieron durante los
duros años de la experiencia afroamericana.
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